TIEMPO
Paula Peralta
El constante latido del mundo deja anonadado a gran parte de la
humanidad, que intenta adecuar sus pasos al ritmo de este en una polca
imaginaria. El se frena sin entenderse, cambia el pie y el sentido de la
saeta e inicia una nueva coreografía. La hace lo mismo, paralelo y
simétrico recorrido. Huella sobre huella. Como un viejo reloj de pared
holandés, con autómatas descarriados, el puente no les entiende tampoco. La
tira de la aguja que, maliciosa y dictatorial, retenía su pelo en un moño
clerical, caminando bajo la lluvia. Lo hacen, eso es todo.
El
atraviesa las dunas borrosas de su sol de domingo. La entra por la
aurícula y mira abajo al darse cuenta de que sus zapatos se han dado un baño en
un charquito ermitaño que huye por el borde del puente y no desemboca en el
río. Los pies de El son inundados por un agua que acaba de llegar. Se
aparta para no mojarse, aboca los ojos en él. Mira sus ojos grises.
Cuando los suspiros levantan la cabeza han olvidado
por qué se dieron la vuelta. La saeta se cuela de nuevo en el pelo de Ella
que acelera el ritmo para reencontrase con el latido constante y mundanal que
maneja el flujo de la arteria principal de su ciudad, a punto para retomar el
baile.
Sería una
estupidez explicar que al asomarse un charco, espejo y ventana, pudo enmendarse
la desmedida lluvia que la había acechado todo el día. Pero ella supo entonces
que el latido mundanal que nos sigue se demedia por tiempo y contratiempo y que
la batuta la llevaba recogida en el pelo y no al revés. De lo que nunca estará
segura es de quién fue la figura que se reflejó en el charco.
Paula Peralta Pozanco (Mequinenza). Estudiante de secundaria por poco rato más. Suele
escribir cuando respira, con gafas de cineasta. Creacionalmente puesta.
Afiliada a la lectura pasadas las doce de la noche. Aunque odia el café, ha
reflexionado mucho en él. Ha escrito una novela, y pretende escribir más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario