jueves, 11 de diciembre de 2014

QUERIDA TÍA, por Ignacio J. Dufour

Querida tía Pauline:

No se si te llegará esta carta, como las que te envié desde el Marne. Os echo mucho de menos. Esta situación de constante tensión, esperando un ataque enemigo que nunca llega, es insufrible. Cada vez que oímos un camión renqueando nos preparamos para atacar pensando que es un ataque enemigo. A mi amigo Dupond le hicieron el otro día un consejo de guerra por atacar con la bayoneta uno de los camiones. Desde que estuvo a punto de morir por culpa de un tanque inglés, que atacó nuestra trinchera, no ha vuelto a ser el mismo. Bueno no quiero aburrirte con mis historias y tampoco tengo papel que desperdiciar.
            Cada noche me lamento de no haber podido estar junto a mis padres en su funeral, para haberlos despedido como se merecían. Acuérdate el próximo uno de noviembre de llevarles flores en mi nombre, ya que temo que no tenga un permiso en esas fechas.
            ¿Cómo se encuentra el tío Édouard? Espero que ya esté recuperado de la anemia. Deberías dejar de mandarme tanta comida, ya que sé que os la quitáis de la boca con buena intención, pero no me gustaría saber que ponéis vuestra salud en peligro para que yo tenga un poco más de comida que encima no suele llegar en las condiciones que debiera.
            Me alegró saber por tu carta del 15 de septiembre que la pequeña Sylvie ya ha dado sus primeros pasos, aunque hayan terminado con un pequeño chichón. Que Alain esté sacando muy buenas notas en el colegio y que os ayude a sacar adelante la familia trabajando por las tardes de recadero en la tienda de la señora Beaufort, como yo a su edad. Que el tío Marcel haya entrado a trabajar en la Citroën de la calle Javel como embutidor. Y todas las buenas noticias que incluía tu carta.     
            Echo de menos jugar con el pequeño Roland, el hijo de la lechera que murió el año pasado; su hermano René; el pequeño André, el hijo del zapatero, y con mi querido Jean Pierre. Recuerdo cómo venía mamá a buscarme cada vez que habíamos hecho alguna trastada. El olor a vaca y leche recién ordeñada que desprendía Roland, el olor a cuero de André y todos los olores de nuestro barrio. Esa vida sin obligaciones, que parece que ha pasado hace una eternidad y no hace ni una década de ello.
            Ya sabes que cada vez que recibo una carta tuya o de la familia es una alegría y que me viene mucho mejor que cualquier otra cosa que me mandéis. Como verás casi no me queda espacio para escribirte, por lo que en cuanto consiga más papel te volveré a escribir.
Tu sobrino que te quiere,
A. Rostand



Ignacio J. Dufour García (Madrid, 1984). Ingeniero Industrial y voraz lector, durante muchos años leí todo lo que me cayó en las manos. Aficionado a los clubes de lectura en donde me volvió a picar el gusanillo de escribir después de un grato encuentro con el autor del libro que estábamos leyendo.