Querida tía Pauline:
No se si te llegará esta carta, como las
que te envié desde el Marne.
Os echo mucho de menos. Esta situación de constante tensión, esperando un
ataque enemigo que nunca llega, es insufrible. Cada vez que oímos un camión
renqueando nos preparamos para atacar pensando que es un ataque enemigo. A mi
amigo Dupond le hicieron el
otro día un consejo de guerra por atacar con la bayoneta uno de los camiones.
Desde que estuvo a punto de morir por culpa de un tanque inglés, que atacó
nuestra trinchera, no ha vuelto a ser el mismo. Bueno no quiero aburrirte con
mis historias y tampoco tengo papel que desperdiciar.
Cada
noche me lamento de no haber podido estar junto a mis padres en su funeral,
para haberlos despedido como se merecían. Acuérdate el próximo uno de noviembre
de llevarles flores en mi nombre, ya que temo que no tenga un permiso en esas
fechas.
¿Cómo
se encuentra el tío Édouard?
Espero que ya esté recuperado de la anemia. Deberías dejar de mandarme tanta
comida, ya que sé que os la quitáis de la boca con buena intención, pero no me
gustaría saber que ponéis vuestra salud en peligro para que yo tenga un poco
más de comida que encima no suele llegar en las condiciones que debiera.
Me
alegró saber por tu carta del 15 de septiembre que la pequeña Sylvie ya ha dado sus primeros pasos, aunque
hayan terminado con un pequeño chichón. Que Alain esté sacando muy buenas notas
en el colegio y que os ayude a sacar adelante la familia trabajando por las
tardes de recadero en la tienda de la señora Beaufort, como yo a su edad. Que
el tío Marcel haya entrado a trabajar en la Citroën de la calle Javel como
embutidor. Y todas las buenas noticias que incluía tu carta.
Echo
de menos jugar con el pequeño Roland,
el hijo de la lechera que murió el año pasado; su hermano René; el pequeño André, el hijo del zapatero, y con mi querido
Jean Pierre. Recuerdo cómo
venía mamá a buscarme cada vez que habíamos hecho alguna trastada. El olor a
vaca y leche recién ordeñada que desprendía Roland, el olor a cuero de André y todos los olores de nuestro barrio. Esa
vida sin obligaciones, que parece que ha pasado hace una eternidad y no hace ni
una década de ello.
Ya
sabes que cada vez que recibo una carta tuya o de la familia es una alegría y
que me viene mucho mejor que cualquier otra cosa que me mandéis. Como verás
casi no me queda espacio para escribirte, por lo que en cuanto consiga más
papel te volveré a escribir.
Tu
sobrino que te quiere,
A.
Rostand
Ignacio J. Dufour García (Madrid, 1984). Ingeniero Industrial y
voraz lector, durante muchos años leí todo lo que me cayó en las manos.
Aficionado a los clubes de lectura en donde me volvió a picar el gusanillo de
escribir después de un grato encuentro con el autor del libro que estábamos leyendo.
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