AYUDA
Magdalena
Albero Andrés
«Preparamos los
paquetes más lindos del mundo, pero lo que
hay dentro es
en su mayoría basura».
El
largo adiós, Raymond Chandler
Apagué el ordenador. Había aceptado ayudarla. Tenía todos los datos:
el lugar, la hora, la forma de hacerlo. Todos menos cómo era ella. Presentía
que aquello ya no era un juego. No se trataba de ninguna de nuestras bromas. Me
había anunciado que si no lo hacía yo, lo haría ella. Había guardado todas
nuestras conversaciones, las promesas de amor, los enfados, las amenazas.
Aquello me comprometía.
Entré en la habitación y cerré la puerta. Me
preguntaba si sería capaz de hacerlo, si aquellas manos que ahora veía temblar
me obedecerían.
―Preparamos los paquetes más lindos, pero lo que
hay en su interior es en su mayoría basura ―dijo una voz de mujer a mis
espaldas.
Era la frase que habíamos acordado. Me giré.
Descubrí unos ojos demasiado grandes. Parecían perdidos en un rostro muy joven,
entre joyas caras, un hermoso vestido rojo y los brazos más delgados que había
visto nunca. Ella se acercó. Sonrió.
Me tomó las manos. Supe que debía seguir
adelante.
Ella se estremeció por un momento cuando la besé.
Mi cuerpo topó con los huesos que sobresalían de sus caderas; ella me animó a
continuar con la mirada. Luego mis manos se posaron en su garganta. Ya no
temblaban. Ella sonrió de nuevo cuando empecé a apretar. No tuve que hacer
demasiada fuerza.
Solo había alegría y serenidad en su mirada.
Seguían allí cuando su cuerpo cayó al suelo, cuando le coloqué bien el vestido
que se le había subido dejando a la vista las huesudas rodillas y los muslos
tan delgados como los de un niño. Justo antes de que me acercara a ella, le
cerrara los ojos, rozara sus labios con los míos y saliera corriendo de la
habitación y de la casa.
Muchos han clickado «Me gusta». Ellos todavía
están jugando.
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