viernes, 14 de marzo de 2014

NADIE ME CREE, por Emy Luna

NADIE ME CREE
Emy Luna

«Sin un clic ni aviso alguno, la oscuridad.»
El largo adiós, de Raymond Chandler

Antes de ir al supermercado a comprar claras de huevo, miro el círculo rojo que rodea el número 16 del calendario y le pregunto a Javier qué significa. Suelta las pesas de golpe y se enfada porque, según él, pregunto siempre lo mismo. Me contesta que fue el día del secuestro. Le digo que no entiendo nada. Grita y se agarra la cara entre las manos: «La culpa de todo la tiene el chat. Yo no lo planeé, pero algo pasó. Empecé a conocer tus gustos sobre música, tus actores preferidos, tus rutas para correr...».
Hice un esfuerzo, mi memoria está rota desde entonces. Solo recuerdo el golpe mientras estiraba en el muro del cementerio y, sin un clic ni aviso alguno, la oscuridad.
Desperté atada a una cama, rodeada de mis vómitos. Ha pasado mucho tiempo y hemos cambiado de ciudad. Javier llora constantemente y se arrepiente de lo sucedido. Quiere que vuelva con mi familia, pero no sabemos nada de ella. Dice que apenas hablé sobre el asunto, y yo... no recuerdo nada desde entonces. La cabeza vuelve a dolerme. Javier acaricia la zona sin pelo donde recibí el golpe y me suplica que salga a la calle y lo denuncie, para seguir con mi vida y recuperar su paz. ¿Qué vida?, no sé de qué me habla.

Bajo al supermercado y con el brick de claras en la mano le digo a varios clientes que estoy secuestrada. Me miran con lástima deteniendo sus ojos en mis llaves y me dan unas monedas, igual que a los que están en la puerta. No me gustan. Están sucios y flacos. Vuelvo a casa y le digo a Javier que no se enfade, que hoy nadie me ha creído, que mañana lo intentaré de nuevo.

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