NADIE
ME CREE
Emy Luna
«Sin un clic ni aviso alguno, la oscuridad.»
El largo adiós,
de Raymond Chandler
Antes de ir
al supermercado a comprar claras de huevo, miro el círculo rojo que rodea el número
16 del calendario y le pregunto a Javier qué significa. Suelta las pesas de
golpe y se enfada porque, según él, pregunto siempre lo mismo. Me contesta que
fue el día del secuestro. Le digo que no entiendo nada. Grita y se agarra la
cara entre las manos: «La culpa de
todo la tiene el chat. Yo no lo planeé, pero algo pasó. Empecé a conocer
tus gustos sobre música, tus actores preferidos, tus rutas para correr...».
Hice un
esfuerzo, mi memoria está rota desde entonces. Solo recuerdo el golpe mientras
estiraba en el muro del cementerio y, sin un clic ni aviso alguno, la
oscuridad.
Desperté
atada a una cama, rodeada de mis vómitos. Ha pasado mucho tiempo y hemos cambiado
de ciudad. Javier llora constantemente y se arrepiente de lo sucedido. Quiere que
vuelva con mi familia, pero no sabemos nada de ella. Dice que apenas hablé
sobre el asunto, y yo... no recuerdo nada desde entonces. La cabeza vuelve a
dolerme. Javier acaricia la zona sin pelo donde recibí el golpe y me suplica
que salga a la calle y lo denuncie, para seguir con mi vida y recuperar su paz.
¿Qué vida?, no sé de qué me habla.
Bajo al
supermercado y con el brick de claras en la mano le digo a varios
clientes que estoy secuestrada. Me miran con lástima deteniendo sus ojos en mis
llaves y me dan unas monedas, igual que a los que están en la puerta. No me
gustan. Están sucios y flacos. Vuelvo a casa y le digo a Javier que no se
enfade, que hoy nadie me ha creído, que mañana lo intentaré de nuevo.
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