viernes, 14 de marzo de 2014

LA MIRILLA, por Elías Gorostiaga

LA MIRILLA
Elías Gorostiaga

«Nadie tiene la respuesta. Pero pasa continuamente.»
El largo adiós, Raymond Chandler

Ya entonces me pasaba las horas mirando por la mirilla de la puerta. Me gustaba y me gusta mirar mientras llaman al timbre, sentir la impaciencia, la incertidumbre, incluso dejar que noten mi respiración, mi presencia al otro lado, sentir la inquietud que provoca y no abrir. Así siempre, incluso a mi madre, a mis hermanos, ya entonces lo hacía y ahora es con mi mujer, con los hijos.
—Venga papá, que sé que estas ahí, abre de una vez.
«Haber llevado las llaves», pensaba para mí, mientras esa fuerza extraña me pegaba a la mirilla de bronce. Les tenía en el rellano, con sus bolsas, la cartera del colegio, mientras los vecinos miraban al pasar o esperaban a que llegara el ascensor.
—¡Qué, ya está otra vez tu padre! —decía un vecino—, ¡qué pesado!
—Sí, cada vez que volvemos —contestaba mi pobre hijo— nos tiene así.
Y yo les oigo, a veces se quedan un rato hablando, noto como se me cae algo de baba por la comisura de la boca. Ahora he instalado en el ordenador, un lugar para espiar a gente desconocida, miro lo que cuelgan en su muro, sus deseos. También hemos instalado en el edificio un video portero. Desde que mi mujer salió un día y no volvió llevándose a la niña pequeña, la mirilla ha perdido interés y lo ha ganado Facebook o Twitter. Hace una semana que mi hijo no ha vuelto a casa, tendré que seguir su muro y el de sus amigos, al fin y al cabo sé que con el tiempo seré su mejor amiga en la red.
Nadie tiene la respuesta. Pero pasa continuamente. Para que lo sepáis me llamo Mena, soy joven y rubia, no olvidéis pedirme amistad. 

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