MIRADAS QUE DELATAN
Emilia Privat Ferrando
«De
manera que estamos buscando a un sospechoso de asesinato.»
El
largo adiós de Raymond Chandler
El silencio
de la casa invitaba a Marisa a refugiarse en su novela favorita. Sentada en el
sillón, con el libro entre las manos, repasaba las escenas que en su día la
habían cautivado.
De
pronto, escuchó al fondo del pasillo un grito ahogado de mujer. No podía ser, estaba
sola en casa. Marisa caminó despacio. Del estudio salía una tímida luz. El
ordenador estaba encendido. Mostraba la imagen de una mujer joven, morena, de
cabello rizado, atada a una silla. Un foco le iluminaba el rostro. Los ojos,
los tenía muy abiertos, con el terror reflejado en su mirada. Unas manos, con
cicatrices abultadas, le aprisionaban el cuello. ¿Qué estaba sucediendo?
Apareció un marcador: doscientos mil seguidores. Era un asesinato en directo
¡Qué morbosidad!
Una
nueva imagen apareció en la pantalla. Se trataba de otra mujer, esta era rubia,
con una camiseta azul. Navegaba por internet. Una cámara minúscula la espiaba.
De pronto, llamaron a su puerta: «Toc Toc», se escuchó. Abrió y unos brazos la
apresaron. Marisa reconoció las mismas manos asesinas. Después, una neblina
gris se llevó consigo la escena.
Los
seguidores habían llegado a quinientos mil y subiendo.
De
nuevo, el ordenador le mostró a la mujer vestida de azul, ahora, atada de pies
y manos, tenía la mirada vacía, perdida en el infinito. La sombra del hombre
había desaparecido y una voz en off
decía: «De manera que estamos buscando
a un sospechoso de asesinato».
Marisa
sintió un escalofrío. Se levantó y se apartó del ordenador. Tenía el rostro
desencajado. Sus ojos negros se inundaron en lágrimas.
Toc,
toc. Llamaron a la puerta.
A Marisa
se le paralizó el corazón.
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