viernes, 14 de marzo de 2014

EL ENEMIGO INTERIOR, por Vanessa Bou Pérez

EL ENEMIGO INTERIOR
Vanessa Bou Pérez

Nunca olvidaré el terror ante al primer golpe de la única paliza que recibí en mi vida. He sido incapaz de infligir daño físico a nadie, y a pesar de ello me rodeó una leyenda negra. Esto me favorecía, nadie me daba motivos para merecer mi castigo. Nunca debí sentar precedente permitiendo que mi socio y primo, Anselmo, se retrasara en el pago de las comisiones. Oí rumores sobre mi falta de autoridad y temía pagar caro ese descrédito en mi empresa. Así que decidí darle un escarmiento 2.0.
Pedir ayuda no resulta fácil…, sobre todo cuando la culpa es toda tuya. El correo electrónico lo empeora, pero un sujeto aparentemente serio ofrecía sus servicios a un módico precio. Intentando ser sutil escribí:
«La mejor manera de contactar con la persona de interés es a las tres de la tarde, al salir del restaurante familiar. Negocia mejor con el estomago lleno. Le aconsejo que su oferta no sea muy agresiva para no provocar su rechazo.»
El individuo parecía un aficionado. Respondió:
«Oye, no me queda claro. ¿Le asusto con una buena tunda, no?»
Esa noche no pegué ojo. El día siguiente Anselmo decidió ir a comer a casa. Otra noche sin dormir. El miércoles decidió probar un nuevo restaurante. El viernes ya no me mantenía en pie, así que lo cité donde siempre. Me agradeció la paciencia que tenía con su deuda. Pagué la cuenta y le dije que tenía que salir a recoger unas mercancías.
«Termina tu café tranquilamente. Te veo el lunes».

Me miró como si yo fuera una colilla o una silla vacía. Dijo: «Gracias por la comida. Si no me esperas tú a la salida del restaurante el lunes me verás con el mismo aspecto de hoy. Disfruta del fin de semana.»

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