ABSTRAÍDA EN EL CHAT
Gema
Martínez Egido
Llevo
atrapada en este chat durante demasiado tiempo, creo que setenta y dos horas
son suficientes para aturdir mis neuronas y ahora mis sentidos se han
confundido. No veo más allá de esta pantalla de dieciséis pulgadas, ni siento
el calor de esta habitación, tan solo noto las vibraciones de la llegada de
nuevos mensajes.
Me
aventuro a salir a la calle y dirigirme al local de la esquina. El sitio está tranquilo
y me siento en una mesa redonda y solitaria, porque me gustan los bares cuando
acaban de abrir para la clientela de la tarde. Abro mi portátil y continúo con
mi chat, y al igual que espías de guerra, no dejo que el camarero vea los
mensajes que creo secretos. Le veo mirarme de reojo mientras escribo una
opinión que no estoy segura de enviar, pero creo que no lo haré porque podría
ofender al chater del otro lado de la
pantalla.
De
repente un timbre sobresalta mi concentración y por instinto me siento obligada
a responder la llamada de mi móvil. Mientras contesto, me giro y con el codo presiono
sin querer sobre el botón «Enviar». Mi cerebro hasta ese momento lleno de obligaciones,
se detiene mientras con gran frustración veo escabullirse mi escrito. Allí me
quedo con la vista fija sobre el icono, con un sudor frío, con palpitaciones en
las sienes y sequedad en la boca.
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