IDENTIDAD AJENA
Rosa
García Calleja
«No hay trampa más mortal que la que se prepara uno
mismo.»
El
largo adiós de Raymond
Chandler
Honorato
Méndez, solterón y sin familia. Desde que sus padres fallecieron vive solo. Desayunando
en un bar, escucha conversar a unos jóvenes sobre Facebook. A él, que apenas conoce
internet, todo aquello le suena a chino. Cansado de que su única diversión
después del trabajo sea hacer crucigramas recostado en el sofá de papá, decide probarlo
para dejar de sentirse tan solo.
Crea un
perfil siguiendo las recomendaciones que se hacían aquellos chicos y pone datos
ficticios. Él tiene una excelente reputación como pediatra y si su verdadero nombre
apareciera en un lugar tan poco serio daría al traste con su trabajo.
Se pasa
varios días tan concentrado chateando con sus nuevos amigos virtuales que ni se
acuerda de tomarse la medicación. Un día, recibe una solicitud de amistad que
lo hunde por completo. Se trata de alguien con su nombre y de su mismo pueblo.
Lo acepta curioso y mira las fotos. Es increíble, son imágenes de su vida.
Angustiado comprueba que bajo una de las fotos el impostor confiesa ser
pederasta. Es él con una paciente, una niñita a la que desnuda para
auscultarla. Tiene que averiguar quién quiere destruirlo. Con una excusa queda
con él en una cafetería. El intruso llevará un pañuelo rojo en el bolsillo
izquierdo, Honorato una margarita en el derecho. Cita también a la policía con
intención de que lo arresten.
Se
sienta en la barra, pide una cerveza mientras espera. Mira al espejo de su
derecha; le queda bien esa camisa con la flor. La policía irrumpe en el local y
le pregunta:
—¿Honorato
Méndez?
Se gira
y el espejo de la izquierda le devuelve su imagen con un pañuelo rojo en bolsillo
izquierdo.
—Está
usted detenido, por presunto pederasta…
No hay
trampa más mortal que la que se prepara uno mismo.
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