PRIVADA
Miguel
Hernández García
«Usted
es un problema que no tengo que resolver. Pero el problema está ahí.»
Philip Marlowe a
Terry Lennox. Capítulo 2 de
El largo adiós de Raymond Chandler.
(Frase
modificada levemente para este relato).
No puedo
decir que sea uno de tantos, porque en realidad no hay tantos. Yo, que me metí
en este trabajo pensando que era un negocio boyante, me encuentro con que, como
en todos, el listón de la competencia suele estar más alto que el de la
dignidad. Así que aquí me tiene otra tarde más, contoneándome desnuda y
maniatada por su tosca mirada en este metro cuadrado que ha convertido en mi
prisión.
Por las
mañanas, cuando vago libre de su vigilancia, pienso que él es un problema que
no tengo que resolver, pero el problema está ahí. Ya se lo he comunicado a
quien podía hacer algo, y prefiere no actuar ante uno de sus más beneficiosos
clientes.
La única
respuesta es dar carta de naturaleza a sus comportamientos, justificándolos bajo
un manto de sadismo permisible. Sin embargo, estoy harta de complementarlo con este
masoquismo que nació fingido y ha terminado por crecer real. Cuando me preguntan
no me deja contestar, con lo que ha conseguido que sea exclusivamente suya.
Mientras
me planteo cuánto puedo seguir con esto ya se ha conectado automáticamente, y
noto cómo me perfora a través de la ínfima lente de mi webcam.
—Hola
cariño. Claro que estoy sola para ti. ¿Dónde quieres los golpes hoy?
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