¿DÓNDE ESTÁS, ENEMIGO?
Juan
Oliver Martínez
«Eso
para mí no son más que palabras.»
El largo adiós,
Raymond Chandler
Los vecinos
del pueblo decían que mi chico era como un adolescente igual que los demás,
siempre metido en líos, las chicas e internet. Claro, siempre con el móvil y el
portátil con eso del Facebook, esas cosas. Con las narices pegadas a ambos. Sin
interés ninguno por otra.
Pero yo
le notaba diferente desde hace tiempo, pero desde hace una semana aún más.
Podría parecer imperceptible para cualquiera, pero para una madre cada signo
era un gran cambio; y un gran cambio era que llevaba tres días sin arreglarse
para salir con chicas, y sus amigos le daban como de lado.
Lo
notaba yo como más interesado en refugiarse en su habitación. Había abandonado
el móvil. Se veía por las noches una débil luz por debajo de la rendija de la
puerta.
Me
hubiera gustado entrar y preguntarle de qué se había hecho esta vez, pero a
veces pensaba que pudiera ser la lamparilla y más bien poder estar estudiando.
¡Quizás,
una corazonada!
Y ya
acabado el trimestre cuando pensábamos en mandar a Daniel a un internado para «desenchufarle»
y darle El Último Adiós se presentó
en casa y nos dio un beso a cada uno diciendo: —Tomad y ved mis calificaciones,
con ellas enamoraré a la chavala más guapa del instituto.
Y al
leerlas estupefactos solo vemos: matrícula de honor, matrícula de honor...
No hay comentarios:
Publicar un comentario