OSCURAS ILUSIONES
Mª Isabel Rodríguez
Fuertes
«Sin
un clic ni aviso alguno, la oscuridad.»
El
largo adiós, de Raymond Chandler
Durante estos
años solo he pensado en una cosa: en ti. Te he querido desde el momento en que
tu oscura mirada, sin pedir permiso, paseó por todo mi cuerpo. Desde ese instante,
te he amado hasta el límite, hasta el delirio, hasta la más absoluta desesperación
y, como diría mi psicólogo, hasta la más dañina obsesión; siempre dando, nunca
recibiendo. Con eso me he tenido que conformar. No me importó, era feliz así, imaginándonos
juntos.
Apareciste
en mis sueños una noche de invierno, estuvimos juntos hasta el amanecer. Y
desde entonces, mi amor, solo he vivido para encontrarte. Me ha costado, pero
todo esfuerzo tiene su recompensa. ¿Quién me iba a decir que internet, con lo reacia
que yo era a tan siquiera escuchar su nombre, me iba a ayudar en tu búsqueda?
La soledad, mi eterna compañera, me animó; y Facebook, esa ventana indiscreta,
donde la gente tiene la mala costumbre de contar hasta a qué hora van al
lavabo, hizo parte del trabajo por mí. Está mal decirlo, pero espié cada uno de
tus movimientos. Cada foto que colgabas era besada a través de la pantalla una
y mil veces. Fue fácil. Te pedí amistad y el resto vino solo. Un par de
comentarios graciosos, unas fotos un poco sugerentes, y la cita surgió, sin
más. Al fin serías mío, solo mío.
Aceptaste
el encuentro en mi apartamento y en este momento, mientras me escuchas ya sin
fuerzas, has de saber que te quedan unos minutos de vida. Sí. Lo tenía todo
preparado, porque si no eras para mí, no serías para nadie. No te preocupes, no
estarás solo, yo te acompañaré. Ahora, mi Romeo, estrechemos nuestras manos y estaremos
eternamente juntos… Sin un clic ni aviso alguno, la oscuridad.
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