«…no hay para qué perdonar a
ninguno,porque todos han sido los dañadores:
mejor
será arrojallos por la ventana al patio y hacer un rimero dellos y pegarles
fuego…»
Miguel de
Cervantes
Don Quijote de la Mancha
Como
cada tres meses se pasará por la oficina del SEPE para sellar el paro. Perdida toda
esperanza de encontrar trabajo, y tras dos horas de rutinaria burocracia, sintiendo
como le atrapa esa sensación de vacío, de estar desarmado, volverá a casa de su
hermana, a una habitación prestada, para transformarse leyendo las novelas que
le apasionan.
Sin embargo hoy se ha levantado siendo
Roderich, sus sentidos se han
agudizado, el goteo del grifo del baño y la emisora de radio de la vecina le torturan
el cerebro, el espejo le muestra la imagen de un espíritu amargado: unos labios
de aspecto necrosado, unos ojos vacíos sin apenas hálito. Siente que golpean la
puerta del cuarto de baño con insistencia, y un asomo de terror le incita a sentarse
y mirar hacia allí fijamente.
Después de tres días sin aparecer
por casa, ayer se había presentado de repente, ya entrada la noche, con la ropa
ajada y sucia y los ojos vidriosos. Ignorando a quienes le esperaban
preocupados, con un marcado aire de lánguida desidia y sin decir palabra, se
refugió, dando un portazo, en su habitación.
«Esto se acabó, no voy a permitir
que mi hermano se comporte como si fuera una aparición. La culpa de todo la
tienen esos malditos libracos que le han vuelto el juicio» comenta a su marido
mientras desayunan y, sin pensarlo, entra en la habitación, agarra los libros
que encuentra y los lanza con rabia a la chimenea, la casualidad hace que uno de
ellos golpee en un morillo, deshojándose y llevando la lumbre a la alfombra. Asustada
al ver el fuego, corre y golpea la puerta del cuarto de baño donde él sigue encerrado.
Como no abre, tienen que tirar la puerta y allí encuentran a Roderich sentado, con aspecto espectral,
la tez pálida, la mirada perdida y los ojos fijos en la puerta. Un fogonazo en
el pasillo abalanza a la hermana sobre él, momento en que
el techo se desploma sobre ambos.
Solo quedan unaspáginas chamuscadas donde
antes se encontraba la casa: en una de ellas aún se distingue una palabra «Usher».
No hay comentarios:
Publicar un comentario