martes, 15 de abril de 2014

SIGNOS, por Rosario Curiel

SIGNOS
Rosario Curiel
«Ya el terreno estaba sembrado de signos de pasadas batallas.»
El vizconde demediado, Italo Calvino

Una aguja atravesó su piel. Se oían voces en contra de posibles anestesias. Recordó una cuchara cerca de sus labios apretados. «Debes comer», decía una voz. Pero ya no era boca. Era ojos y cama de hospital, ojos asombrados ante la cuchilla que derramó la vida de sus venas. Era un río rojo y muñecas vendadas, cicatrices nacidas a tramos de pura existencia, el vacío de sus padres, el vómito eterno, la traición de aquel que le había prometido que iban a ser felices hasta que la muerte… doctor, urgente, doctor, urgente, electro, eran palabras que se mezclaban en su mente después de que decidiera empezar de una vez por todas, y allí estaban él y su amiga, él y su relación demediada, él y su manía de compartir la mano, el coche, la risa, el cuerpo. Supo que en algún momento debería haber frenado la burla, la sopa de letras vomitadas de su boca con las que él la desdibujaba, criticaba su amargura, su media luna acostada en los labios, pero ya no había vuelta atrás: una nube de gorros verdes se agolpaba ante su cara, mientras por fin veía en su cuerpo los signos de una batalla en la que ella era vencedora y vencida. Dejó de asombrarse. Estaba entre los vivos y los muertos, en una región difuminada en la que podía verse desde arriba, sí, esa que se iba al otro lado, esa del alma partida en dos que se observaba era ella, ella misma, lamentando no haber adivinado antes los signos de la muerte que la acompañaban como el mejor de los amantes.


Rosario Curiel. Cultiva la poesía, el ensayo y el género escénico, pero se define básicamente como novelista. Tiene cinco novelas publicadas: la primera, El secreto de mi nombre, fue una de las obras finalistas en el Premio de Novela Fernando Lara 1996. Memorias de la salamandra, su última novela publicada, se situó entre las novelas finalistas en el Premio Nadal 2006.

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