NO SÉ QUIÉN SOY
Rosa García Calleja
Los días soleados no me gustan. Prefiero que llueva y que haga mal
tiempo, así la gente no sale a pasear por el campo. Estoy cansada de escuchar a
los niños preguntar:
—Mamá, ¿eso qué es?
¿Un melocotón o una ciruela?
Lo cierto es que ni yo sé quién soy.
Supongo que soy una fruta demediada, es lo que tiene
nacer nectarina.
Mis amigas, la fresa, la pera y la manzana me dicen
que no me preocupe, que busque lo bueno de ser dual, pero yo las envidio, debe
ser relajante tener una personalidad bien definida como ellas. Yo necesito ser
como los demás, de veras que lo necesito.
Mi vida se ha convertido en una pesadilla.
Llevo varios días vigilando el suelo. Estamos en
tiempo de polinización y la tierra se va alfombrando con una especie pelusilla;
si yo pudiera caer y revolcarme en ella podría tener la piel tan aterciopelada
como el melocotón. Siempre he deseado ser uno.
Me balanceo con fuerza, a ver si tengo suerte y caigo.
A lo lejos veo una familia que se va acercando, no quiero escucharlos de nuevo,
seguro que los niños se paran ante este árbol, siempre lo hacen y solo para preguntar que qué fruta soy. Estoy
harta. Oigo un crujido. ¡Qué bien! La rama que me sostiene parece que se vence.
Cuando apenas faltan unos metros para que lleguen, se rompe del todo y desciendo en caída libre. ¡Qué divertido! Qué
sensación tan placentera, me da cosquillas en el estómago. Está tan mullido que
al topar con el suelo apenas me hago daño. Doy vueltas con alegría y toda mi
piel se cubre de una fina capa de vello.
La familia ya está muy cerca, entonces escucho pletórica de felicidad cómo
el niño dice:
—Mira, mamá, se ha caído un melocotón.
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