lunes, 20 de octubre de 2014

MI ADORADA CÉCILE, por Luisa Gil

Mi  adorada  Cècile:
Ansío el momento de descanso para poder escribirte. No puedes imaginar el orgullo que siento por haberme incorporado al frente de batalla para luchar por Francia. Hoy estoy en retaguardia, esperando impaciente el momento en que nos movilicen a la primera línea. Estoy en una compañía de ciento cincuenta entre soldados y oficiales, la mayoría jóvenes como yo. El tiempo pasa rápido porque tenemos muchas actividades a lo largo del día y en los momentos de descanso podemos escribir, jugar a las cartas o, hacer dibujos de la vida aquí.
Si pudieras ver con tus ojos el maravilloso entorno que nos rodea…¡Y pensar que nos lo quieren robar esos malditos boches! Pero descuida y no te preocupes porque no se lo consentiremos. Nosotros estamos bien protegidos en trincheras que cavamos para ocultarnos del peligro y donde tenemos todo lo que necesitamos. ¡Hasta el cocinero se acerca con la olla para darnos de comer! Cuando estamos más cansados y sentimos que flojea nuestra entereza, cantamos a coro marchas que nos hacen salir el corazón por la garganta.
Por las noches, vemos bengalas que cruzan los cielos iluminando el horizonte y sabemos que pronto podremos regresar y podré abrazarte. Dile a mi madre que puede estar orgullosa de su hijo amado y que siga enviándome tabaco ya que va escaseando. Si te cuentan que en la batalla del Somme ha habido muchas bajas y heridos, no te apures querida Cécile, porque hay buenos médicos y enfermeras que, pacientemente, van atendiendo a los heridos que se recuperan sin dificultad.
Yo mismo he sido atendido de una herida que me ha fastidiado un poco, pero, gracias a mi querido amigo Edouard, ya estoy recuperado. Ahora tengo grandes planes para la vuelta. Estoy dándole vueltas a una idea que tengo y que te contaré más adelante cuando esté más madura.
 Acaban de pasarme el periódico de trincheras que escribimos en el frente cada semana. Te aseguro que es un gran trabajo, tanto por los artículos que nos hacen reír o soñar como por los dibujos, algunos de gran calidad a pesar de los escasos medios con que contamos. Hoy trae buenas noticias. Parece que acaban de reclutar más jóvenes para esta compañía, lo cual siempre es bienvenido aquí. Porque ya quedamos solo treinta. Ayer hubo una terrible masacre. ¡Esos demonios de boches! Estoy hasta las cejas de barro. Barro sucio y pútrido que me provoca nauseas al respirar. Dormimos encima de los muertos para protegernos de las mordeduras de las ratas. Y yo, con la pierna entablillada. Quieren que avancemos a cuerpo descubierto ante una línea de cañones que no cesan de disparar. Mil toneladas de proyectiles de artillería al día. Toda la tierra está muerta y herida. Llena de cráteres en los que  si caes ya no puedes salir y eso si aún respiras. Carrera hacia una muerte segura. Esto no es lo que nos habían contado. Esto no es lo que nos habíamos imaginado. Muchos de los soldados se pasan el día tiritando o llorando y gritando o son presa de convulsiones incontroladas. Y cuando llega el gas… es lo que más tememos. Ese gas que te quema los ojos y los pulmones. Esto es un verdadero infierno. No puedo imaginar nada peor. No lo soporto más. Ayer me caí en el cráter de un obús y han pensado que quería esconderme, aunque creo que alguien me empujó. El caso es que me han llevado a juicio. Así que serán las balas de mis propios compañeros y compatriotas las que acaben con mi vida. Qué más da.
Te quiere tú siempre enamorado Albert. 

PD.- Te pido un grandísimo favor: Dile a mi madre que me hicieron teniente. No, mejor, capitán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario